EL PARTIDO DEL SIGLO

 

Los hermanos Andrada eran gente de barrio. Mariano y Felipe se llevaban un año y medio de diferencia. Ambos fanáticos del fútbol mantenían sin embargo ciertas diferencias. Mariano, el mayor, hincha de Velez, era muy deportista y gran alumno. Felipe el menor, simpatizante de Ferro era el que siempre dejaban afuera en el pan y queso. Tenían entre ellos una buena relación aunque se manejaban de distinta manera. A Mariano le gustaba el dinero, licenciado en economía y con un master en finanzas, tenía su propia empresa. Felipe, más bohemio estudió letras primero y filosofía después. Sus padres estaban ansiosos por ver casados a sus dos únicos hijos, que llevaban más de cinco años de noviazgo cada uno. Ya habían pasado los treinta y Don Pepe y Doña Elisa querían un nieto.

 Una noche de miércoles en una reunión familiar, Felipe pidió la palabra. Se levantó y anunció para sorpresa de todos, su futuro casamiento. Mariano quedó en silencio estupefacto.  Luego de las felicitaciones de los padres y cuando los hermanos se retiraban a sus casas, Mariano encaró a Felipe: “no podes hacerme esto, yo tenía que casarme primero. Ya lo tenía hablado con Emilia, yo soy el hermano mayor y yo debo casarme antes”. “Lo lamento mucho, esta vez te gané de mano” respondió Felipe. Algo se había roto en el seno familiar. Mariano, competitivo como nunca estaba dispuesto a no perder la partida contra ese hincha de Ferro, que estaba en la B, y además era el que siempre iba a buscar la pelota cuando se iba afuera. Era una cuestión de honor. ¿Quién sería el primero de los Andrada en casarse ?. Mariano apuró los preparativos mientras que Felipe tenía casi todo listo. Doña Elisa, sabia como casi todas las mujeres decidió tomar cartas en el asunto para terminar con esta ridícula disputa. Propuso un partido de fútbol para zanjar las diferencias.

 Cada hermano debía armar un equipo y el triunfador se casaría primero. Mariano y Felipe aceptaron. En dos semanas se jugaba el partido. Nueve contra nueve sin offside. El hermano menor, conocedor de sus limitaciones futbolísticas y las de sus amigos, pero totalmente obsesionado con el triunfo, organizó un planteo ultradefensivo y con marcas personales. Joaquín el mejor amigo de Mariano no debía tocar la pelota, y para eso que mejor que “el serrucho González” famoso número tres y compañero de facultad de Felipe. Ostentaba el récord de expulsiones en la historia de los torneos universitarios. Un jugador clave para anular todo tipo de creatividad del equipo contrario. Claro que había que calmarlo un poco porque te podía dejar con uno menos en cualquier momento. Al arco estaba “cinturita López”, un guardameta no muy elegante pero tan gordo y ancho que tapaba casi todo el arco. Seguramente habrán escuchado hablar del doble cinco. Bueno en el equipo de Felipe existía el “triple cinco”. Sin delanteros y apostando a los penales, el hermano menor se jugaba todas sus cartas. De Mariano se encargaría él. En el equipo rival sobraba jerarquía. Pura elegancia, demasiado lirismo. Tanto fútbol champagne sin embargo les había costado caro. Tres finales perdidas en dos años. Pero esta vez tendría que ser diferente. En las dos semanas previas al cotejo, Mariano y compañía se pusieron a las órdenes  de un personal trainer que los puso en forma. 

El partido originalmente se iba a jugar en la quinta de Matías Domingo, el zaguero central del equipo del hermano mayor pero Felipe acusó falta de neutralidad por lo que acordaron alquilar un predio. Doña Elisa pronto se dio cuenta que la cosa iba en serio y arrepentida de su propuesta intentó dar marcha atrás. Pero ya era demasiado tarde. Hasta Emilia y Fernanda, las dos novias habían dejado de hablarse. Camiseta blanca para el team de Mariano y verde para los de Felipe. El árbitro ex profesional había dirigido varios partidos en el ascenso. Las tribunas estaban colmadas por amigos, familiares y curiosos. La nada despreciable cantidad de 300 personas se acercaron a mirar el “partido del siglo”. El primer tiempo fue parejo y tal como se esperaba. Los blancos tomando el control y los verdes tirados atrás aguantando los minutos. “Serrucho” González no dejaba ni a sol ni sombra a Joaquín en una de las marcas personales más memorables desde la de Claudio Gentile a Maradona en el mundial de España. 

El segundo tiempo arrancó con el equipo de Mariano metiendo cada  vez más presión, pero Cinturita López con sus 120 kg continuaba inexpugnable. Sin embargo a veinte minutos del final, el obeso arquero escucho desde atrás del arco un piropo que jamás había recibido ( ni ese ni ningún otro )…”hola gordito lindo”. Era Marcelita Moreno, su excompañera de secundaria. Una bomba pelirroja que había madurado de manera espectacular con el tiempo. Cinturita se dio vuelta para mirarla y en ese momento llegó el primer gol de los blancos. ¿Marcelita fue enviada adrede por Mariano ?. Es posible, en el fútbol todo es posible. Una vez derrotado, el gordo tenía la costumbre de caerse anímicamente, por lo que pronto llegó el segundo gol. Todo parecía definido y los blancos comenzaron como era su costumbre a sobrar al rival. A tres minutos del pitazo final Diego el “Kaiser” Rossi intentó tirarle un caño a “la Mosca” Sánchez, jugador que no había tocado la pelota en todo el partido. Ósea literalmente no la había tocado. Si bien conocía la obra completa de Jorge Luis Borges (  en orden cronológico ) estaba considerado unos de los peores jugadores del amateurismo con dos goles en cuatrocientos treinta y dos partidos, lo que daba un promedio de 0,004629 de efectividad. Pero el caño de Rossi falló y “la Mosca” se encontró frente a la oportunidad de su vida, cerró los ojos y pateó como su ídolo Alfredo Graciani ( sin la misma precisión obviamente ). La pelota pegó en los dos palos e ingresó lentamente al arco. Había llegado el ansiado descuento y faltando solo dos minutos para el final, Mariano sintió miedo escénico por primera vez en su vida. No vaya a hacer que su hermano menor, un patadura legendario y su banda de intelectuales les empatara el partido. Por las dudas hizo algo que jamás había hecho: tirar el equipo atrás esperando el final. En tiempo de descuento un dudoso tiro libre al borde del área alargó el suspenso. Un agonizante centro, una cabeza que quiso despejar y la pelota entrando lentamente en el arco. Mariano había convertido por primera y única vez en su rico historial deportivo un gol en contra. Ya no quedaba tiempo para un gol más, directo a los penales.

 Curiosos se acercaban al lugar, los nervios se apoderaban de los padres de los chicos, miradas desafiantes pero con temor se cruzaban entre los rivales. Llegó el momento del sorteo, pero una intensa lluvia se apoderó del terreno. Caí demasiada agua, por lo que el referí decidió suspender el encuentro. Reunió a los dos capitanes ( los hermanos ) y les ofreció un empate técnico, como en el boxeo. “¿ Por qué no hacen un casamiento doble?” sugirió. “Es más barato y se puede armar una gran fiesta. Si aceptan el empate pueden quedar satisfechos de haberlo dado todo en el campo de juego, y les aseguro insistió el referato, no se puede decir lo mismo de todos los jugadores, se los digo por experiencia”. Mariano y Felipe aceptaron a regañadientes, ni vencedores ni vencidos, con semejante inundación era imposible patear un penal. Todos felices volvieron a la casa de los padres a comer un buen asado ( invitado de honor el árbitro ) y a preparar el casamiento doble. Felipe pidió alegremente la palabra: “Les aviso que nos vamos a Playa del Carmen de luna de miel”. La cara de Mariano se transformó….  

 

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